jueves, 8 de septiembre de 2011

Crónica Wacken Open Air 2011: Ámsterdam

Se asomaron los primeros rayos de luz, no sabíamos dónde estábamos hasta que encendí el móvil y empezaron a llegarme un montón de sms de activaciones del roaming y entonces lo supe, estábamos en Bélgica. Paramos bien pronto en una estación de servicio a desayunar ante un paisaje que parecía totalmente inspirado del Call of Duty.


Las ganas por querer bajar de una vez del bus y estar bastantes horas sin subirse a él iban en aumento pero aún nos quedaban 2 horas hasta llegar a Holanda así que nos entretuvimos un buen rato con un documental de metal.

Y por fin a las 9 de la mañana  empezamos a divisar los típicos molinos de Holanda y una vez dentro de la ciudad una gran cantidad de bicicletas por todos los lados estacionadas, se nos empezó a hacer muy extraño que ya habíamos llegado a Ámsterdam, la ciudad del pecado.

El bus nos dejó cerca de la Central Station y empezamos a buscar nuestro principal punto de referencia para situarnos, la plaza Damm. Nos costó bastante encontrarla pero gracias a ese rato de desesperación pudimos observar la arquitectura de las casas de la ciudad, ligeramente inclinadas hacia un lado o el intenso olor a hierba cuando pasabas al lado de un coffee shop, estábamos en otro mundo.

Nuestro primer objetivo fue ir a un coffee shop a almorzar y al final nos decantamos por el Amnesia. Por lo visto ese coffe shop había ganado la Cannabis Cup del 2010 con su hierba sativa Acapulco Gold, así que no diré nada más. Nos pedimos cada uno para almorzar pan de pita con jamón york y queso, buenísimo es poco aunque poco pude disfrutar de él porque llevaba desde el  inicio del viaje con una pesadez de estómago terrible.

Guitarra firmada de Kerry King de Slayer

Una vez bien alimentados nos dirigimos a coger el tranvía número 5 y sufrimos de lo lindo, eso no era un tranvía, ¡era un puto fórmula 1! Fore y Paula al final decidieron no visitar el museo Van Gogh así que no tuvimos que separarnos en todo el rato, nos hicimos fotos en las letras de “I Amsterdam” y fuimos a echar un vistazo al Hard Rock Café y solo eso porque es caro de cojones.

Anécdota: Fuimos víctimas del timo a los guiris, el conductor del tranvía se hizo el sueco (bueno en este caso el holandés) y no le salió de los cojones vendernos un billete de 10 viajes haciéndonos pagar 4 billetes sencillos que valían su dinero.

Después de tanto pateo y tras esquivar tropecientas mil bicicletas que por cierto, allí las bicis tienen preferencia sobre todo, ya sean vehículos, tranvías o peatones nos fuimos un rato a descansar al Vondelpark, el parque más grande de la ciudad (47 hectáreas). Una vez descansados fuimos al famoso mercado de las flores, a una quesería y a comer al New York Pizza que por 9’40 € nos tragamos 2 trozos de pizza bastante decentes, patatas deluxe más la botella de agua.

Ya por la tarde la dedicamos a los museos, el primero que visitamos fue el museo de la tortura donde me rallé a hacer fotos a todos los instrumentos que empleaban y comprobamos que todos estos aparatos eran invención de españoles. Volvimos a parar otro rato en el Dampkring, otro coffee shop famoso de por allí y pudimos degustar unos deliciosos batidos de chocolate.


Después decidimos ir al museo del sexo donde pasamos un buen rato entretenidos en sus más de 4 pisos de exposición pero bueno resumiendo estaba repleto de pollas y coños. Una vez visto decidimos pasar el resto de la tarde en el barrio rojo, que por cierto, es más pequeño de lo que me podía llegar a imaginar y las señoritas dan verdadero miedo porque aparecen de la nada.

Anécdota: La pelea entre dos holandeses, por acabar casi acaban los dos nadando por los sucios canales de la ciudad, menudos personajes.

Con tanto escaparate lleno de dulces al final caímos en la tentación y merendamos un buen donut cada uno y decidimos tras tanta caminata descansar lo que nos restaba de horas sentados al lado de uno de los numerosos canales que tiene esta mágica ciudad. A última hora nos tomamos una croqueta gigante de la tienda Febo, una franquicia que por un módico precio puedes matar el gusanillo.


A las 11 de la noche regresamos al punto de encuentro para subir al bus, cenar de sobaquillo y descansar lo máximo posible. Quién diría que en dos días ya habíamos pasado por Francia, Luxemburgo, Bélgica y Holanda, menudo palizón pero ya estábamos llegando casi a la meta. Sólo nos quedaban 200 km para pisar suelo alemán y unas 6 horas para llegar a la tierra sagrada del metalero, a Wacken.

3 comentarios:

  1. Curioso, comentas que estuvisteis en 2 coffee shop y en los 2 sólo hablas de comida... xD

    El museo de la tortura me molaría, incluso más que el de pollas y coños xD

    Hasta la próxima, asustadizo xD

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